viernes, 2 de julio de 2021

Mi opinión.- No oigo a los niños jugar, de Mónica Rouanet.


Esta vez, estimados lectores, toca comentar un libro que relata un tema realmente intrigante y perturbador: el funcionamiento de la mente humana. Si el ser humano en sí mismo es contradictorio y complejo por naturaleza, en el caso de aquellos con algún tipo de perturbación mental o trastorno disociativo pues todo se vuelve mucho más complicado y con múltiples interpretaciones.

La mente es la máquina que gobierna todo, la que nos guía y hace que entendamos el mundo que nos rodea. Pero la dificultad de su comprensión resulta una tarea muy delicada, tanto a medio como a largo plazo. Pues bien, en esta novela Mónica Rouanet se ha atrevido con este asunto tan difícil. Y yo creo que le ha salido bastante bien la jugada, ya que ha sabido darle un enfoque muy misterioso y dramático. La autora de 'Donde las calles no tienen nombre' y 'Despiértame cuando acabe septiembre' vuelve con una historia que sin duda gustará mucho a aquellos que les guste lo relacionado con asuntos relativos a la psique y al concepto vida-muerte.

Por cierto, los títulos de sus dos anteriores novelas me suena a que son canciones de U2 (Where the streets have no name) y de Green Day (Wake me up when September ends). ¿Casualidad? Tratándose de escritores, reconozco que no creo en las casualidades.

El argumento

Pues bien, la historia se desarrolla en Madrid. En concreto en una clínica mental que antaño fue una escuela específica para niños sordos. Una joven llamada Alma ingresa en la misma, superviviente tras sufrir un accidente de tráfico donde fallecen sus familiares directos. Ella siente que todo ocurrió por su culpa, lo cual le crea un trastorno o depresión bastante profunda. Tanto que llega a intentar suicidarse cortándose las venas. Prácticamente se queda sin parientes vivos, exceptuando a un abuelo.

En esta institución mental (¿se puede llamar manicomio?) están ingresados jóvenes menores de edad con diversos problemas. Rápidamente Alma empieza a contactar con ellos y descubre que forma parte de un mundo muy particular al cual nunca se imaginó que terminaría perteneciendo. Pero lo más curioso de todo es que le parece ver a niños ya fallecidos, y que los demás jamás han visto. Esto le crea un primer problema serio: ¿está realmente loca o esos espectros, almas o lo que sean existen realmente? De eso trata la historia. En principio duda de si contar su experiencia a los demás internos, ya que cree que realmente no la van a ayudar mucho. ¿Quién la iba a creer dadas sus circunstancias?

Cosas que no me han gustado

- Por poner un pero, diría que la historia en su parte central tal vez sea un poco lenta. Pero claro, también es cierto que la situación requiere explicar ciertos detalles para su comprensión. Quiero decir que esto del ritmo tampoco es propiamente ningún fallo para mí.

Puntos fuertes

- Un detalle que me ha gustado mucho es que la novela se desarrolla desde dos puntos de vista muy diferentes. Es decir, no hay un único protagonista, sino dos. Y en los distintos capítulos van relatando uno u otro. Esto le da un enfoque muy intrigante al entorno, por eso lo destaco.

- El libro está bien escrito. La autora conoce muy bien el lenguaje de los niños, sus expresiones y maneras de actuar, y eso se nota. Digamos que la manera de relatar podría definirse como intimista o personal, va a tocar la fibra sensible. Esos niños deben dar cierta lástima, y realmente la dan.

- La forma de tratar la visión vida-muerte es un punto fuerte. Reconozco que en ocasiones he dudado de quién estaba vivo y muerto dentro de la residencia, aunque al final se aclara bien.

¿Libro aconsejable?

En mi opinión, sí. Pero no creo que se trate de un libro para todos los públicos, dado el tema que toca. Si alguien busca acción o emociones fuertes, mejor que busque en otros géneros. Esta novela va de otra cosa y tiene otro ritmo. Aunque no se trate de uno de mis géneros favoritos, he pasado buenos momentos con su lectura y creo que gustará especialmente a la gente que valore los dramas con niños. Y eso que, aviso, la temática no es que sea precisamente muy alegre. ¿Cuándo los problemas mentales lo han sido?

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